LA INFANCIA VIVIDA II. El cambio a la ciudad: Santander

A los diez años, José María de Pereda se traslada a vivir con su familia a Santander. Y cambia los juegos entre prados y frutales por otros en una ciudad que, aunque no llegaba entonces a los veinte mil habitantes, representaba un modo de vida urbano muy diferente del ambiente rural de Polanco.
Y en la capital de la provincia vivirá José María de Pereda, salvo breves periodos en que lo hace en Madrid, el resto de su vida.
El pequeño José María ha dejado los horizontes abiertos de la aldea de Polanco por las correrías en torno a las calles de Santander y a su puerto, muy importante entonces en su tráfico de ultramar. Estas experiencias se le grabaron firmemente en su memoria, y provocan la nostalgia de aquel tiempo que aparece en una de sus más importantes novelas, Sotileza:

(…) …el Santander de aquellos muchachos decentes, pero muy mal vestidos que, con bozo en la cara todavía, jugaban al bote en la plaza Vieja, y hoy comienzan a humillar la cabeza al peso de las canas, obra, tanto como de los años, de la nostalgia de las cosas veneradas que se fueron para nunca más volver; del Santander que yo tengo acá dentro, muy adentro, en lo más hondo de mi corazón, y esculpido en la memoria de tal suerte, que a ojos cerrados me atrevería a trazarle con todo su perímetro, y sus calles, y el color de sus piedras, y el número, y los nombres y hasta las caras de sus habitantes; de aquel Santander, en fin, que a la vez que motivo de espanto y mofa para la desperdigada y versátil juventud de hogaño, que le conoce de oídas, es el único refugio que le queda al arte cuando con sus recursos se pretende ofrecer a la consideración de otras generaciones algo de lo que hay de pintoresco, sin dejar de ser castizo, en esta raza pejina que va desvaneciéndose entre la abigarrada e insulsa confusión de las modernas costumbres.

Ya de adulto, en Santander su vida no fue, como podemos pensar de alguien del siglo XIX, lenta y tranquila, sino bastante intensa. Perteneció a los consejos de administración del Banco de Santander y de la Caja de Ahorros, intervino en la creación de las Escuelas Salesianas, tuvo que atender negocios familiares (como la fábrica “La Rosario”, al comienzo de la actual calle Canalejas, que producía, entre otras cosa, velas de cera y pastillas de jabón) y realizó viajes por España y por varios países europeos.
Participante activo, así mismo, en la vida política, en 1871 fue elegido diputado a Cortes por el distrito de Cabuérniga.
Aparte de novelista, escribe artículos en periódicos y revistas, participa en tertulias y mantiene una numerosa correspondencia con personas relevantes de la época.
Por ello, busca en los veranos la tranquilidad que le da la casa nueva que se construyó en Polanco para escribir en el retiro de ese lugar sobre el prado Trascolina.
Se casó José María de Pereda en 1869 con Diodora de la Revilla, y el matrimonio tuvo ocho hijos, de los que cinco llegaron a adultos. Aunque el mayor, Juan Manuel, falleció cuando sólo contaba con veintitrés años. El más pequeño, Vicente, heredó de su padre la disposición para la literatura. Éste, nos describe así a José María de Pereda:

(…) …una mezcla de tradicionalismo castellano y genealógico, acentuado por una juventud de hogar campestre, hábitos de serenidad, lecturas familiares del P. Granada y ejemplos vivos de fortaleza. Sobre todo esto, de una estructura mental forjada para los conceptos primarios y hostil hacia las corrientes metafísicas.